Hoy vamos a hablar sobre cómo estar preparados para la venida del Señor.
Las Escrituras enseñan que la venida del Señor, es el próximo evento profético que está por cumplirse, y según lo que está escrito, puede suceder en cualquier momento, incluso ahora mismo mientras estamos hablando.
Todas las señales que preceden a su venida, se encuentran registradas en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, y podemos estar seguros que todas estas señales se cumplirán, tal como está escrito, porque fueron enseñadas por Jesucristo en persona a sus discípulos.
Sin embargo, lo más urgente para nosotros hoy, como discípulos del Señor, no es observar las señales, sino estar preparados.
En las Escrituras, el Señor, hace mucho más énfasis en que debemos estar preparados para su venida, que en las señales o el día en sí en que sucederán.
Y esto tiene mucho sentido, recuerdo que en Miami, cuando anunciaban la llegada de un huracán y aparecían en el cielo "las señales" propias de una fuerte tormenta que se avecinaba, no nos deteníamos a observar el color de las nubes, ni a medir la velocidad del viento, sino que corríamos a prepararnos.
En las Escrituras, el Señor, hace mucho más énfasis en que debemos estar preparados para su venida, que en las señales o el día en sí en que sucederán.
Había que guardar en el garage todos los objetos sueltos del jardín, colocar los protectores para las ventanas, comprar provisiones para varios días, chequear que el generador eléctrico tuviera gasolina, y tener a mano velas, linternas y una radio a batería para escuchar las noticias, en caso que el cable se cayera.
En otras palabras, cuando venía un huracán, lo más importante era estar preparados a tiempo, para que no nos sorprendiera desprevenidos.
Siguiendo esta misma línea de razonamiento, vamos a ver entonces, qué enseñó Jesús sobre su venida, y cómo debemos estar preparados para recibirle, para que cuando ocurra, no nos sorprenda desprevenidos.
Versículo clave de su venida.
Jesús dijo en Mateo 24:44:
“Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan” (Mateo 24:44).
La pregunta que vamos a responder hoy, por medio de las Escrituras, es por qué Jesús dijo a sus discípulos que estén preparados, y qué significa para nosotros.
Es una exhortación del Señor.
Básicamente, esta es una palabra de exhortación del Señor a sus discípulos.
La exhortación, desde el punto de vista bíblico, implica la idea de “hacer un llamado personal para animar al otro a permanecer en la verdad”.
Y aquí, la exhortación del Señor es: “Estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan”.
Es una palabra de exhortación, que revela el amor, el cuidado y la protección del Señor hacia nosotros.
Más detalles sobre su exhortación.
En Lucas 21:36, encontramos más detalles de la exhortación del Señor, y aporta mayor luz sobre el nivel de compromiso que Jesús espera de sus seguidores, y dice así:
“Por eso, velen en todo tiempo, orando que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”.
El hecho que nos preparemos, es tan importante para el Señor, que en Marcos 13:36-37, su exhortación se vuelve un ruego personal, porque dice:
“Para que cuando venga de repente, no los halle durmiendo. Y lo que les digo a ustedes, se los digo a todos: ¡Velen!”.
La exhortación completa.
Ahora bien, si unimos los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, podemos tener un cuadro completo de la exhortación del Señor a su iglesia de los últimos tiempos, y dice así:
“Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan.
“Por eso, velen en todo tiempo, orando que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
“Para que cuando venga de repente, no los halle durmiendo. Y lo que les digo a ustedes, se los digo a todos: ¡Velen!”.
Veamos el contexto histórico de esta exhortación.
Para poder entender mejor la exhortación del Señor, veamos el contexto histórico en que estas palabras fueron dichas.
Mateo cuenta que cuando Jesús salía del templo, y se iba, sus discípulos conversaban con él, y le hacían notar la belleza de las piedras ornamentales del templo, y lo imponente que se veían sus edificios y construcciones aledañas.
Jesús, les respondió diciendo: “¿Ven todo esto? Les digo la verdad, no quedará del templo piedra sobre piedra que no sea destruida”. (Mateo 24:2).
Cumplimiento de la profecía.
Esta profecía se cumplió en el año 70 d.C., unos 40 años después de su resurrección y ascensión a los cielos. El Templo fue destruido y saqueado, juntamente con Jerusalén, por el ejército romano, dirigido por el que nueve años después, se convertiría en el emperador Tito. Los soldados, literalmente, derribaron piedra por piedra, buscando algún sobrante del oro y la plata del Templo.
¡Pero la realidad es aún más impresionante!
Hoy en día, los arqueólogos no tienen ni la menor idea de dónde pudo haber estado construído el templo, porque no quedaron ni siquiera rastros.
Sobre el sitio actual del Templo.
El sitio actual donde se encontraba el Templo, es una plaza plana rodeada por muros de contención (incluido el Muro Occidental). Estos muros fueron construidos durante el reinado de Herodes el Grande cuando realizaba una expansión del templo.
El Muro Occidental, es lo que nosotros conocemos como “el muro de los lamentos”, y es el lugar más sagrado de los judíos, en donde se reúnen periódicamente a orar y a suplicar a Dios por: la llegada del Mesías, la reconstrucción del Templo y la restauración de Israel.
Este muro de los lamentos, no es “una pared que quedó del templo”, como algunos suponen al ver las imágenes, sino más bien un “muro de contención”. Los muros de contención son estructuras diseñadas para evitar el deslizamiento del terreno.
Pero lo cierto es que el lugar exacto donde estaba el Templo, nadie lo sabe.
De hecho, debido a su extrema santidad, los judíos tienen prohibido caminar sobre el monte mismo, para evitar pisar involuntariamente al área donde se encontraba el Lugar Santísimo, que es en donde el Sumo Sacerdote, una vez al año, se comunicaba directamente con Dios, y que de acuerdo con la ley rabínica, todavía hay algún aspecto de la presencia del Dios de Israel en el sitio.
La pregunta sobre la venida de Cristo.
Siguiendo con la historia, el evangelista nos cuenta en Marcos 13:3, que mientras hablaban de todas estas cosas, Jesús y sus discípulos subieron al monte de los Olivos, que está ubicado justo frente al Templo, y el Señor se sentó para descansar.
Entonces, se acercaron Pedro, Jacobo, Juan y Andrés, y le preguntaron en privado:
“Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” (Mateo 24:3).
Esta fue una de las preguntas más trascendentes que sus discípulos le hicieron alguna vez a Jesús.
Jesús responde a sus discípulos, anticipando una serie de grandes desastres naturales que afectarán a todo el planeta, juntamente con la alteración del orden religioso, social y político de las naciones del mundo.
Les habló sobre la aparición de falsos maestros, como los que encontramos hoy en día, enseñando falsas doctrinas y difundiendo teologías engañosas.
Les advirtió que iban a haber guerras y rumores de guerra, como la que estalló entre Rusia y Ucrania, seguida por el rumor de una guerra nuclear, si las cosas se complican.
Les dijo que surgirán pestes, como la pandemia mundial que estamos padeciendo hoy en día, y que habría hambre, como el que sufre gran parte de la humanidad, debido a la crisis económica provocada por las guerras y las pandemias.
También les advirtió que habrían terremotos en diferentes lugares del mundo, como el ocurrido hace poco en Japón, y muchas otras tribulaciones que afectarán la vida personal del creyente fiel, como por ejemplo, engaños, asesinatos y persecuciones, en especial contra aquellos que mantienen firme su fe, ante la presión de gobiernos corruptos que pretenden imponer por decreto su agenda ideológica en la sociedad.
Y luego de describir estas y muchas otras señales, que como ya saben, se encuentran en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, Jesús finaliza su respuesta, con esta exhortación, que involucra a todos sus seguidores de todas las generaciones, hasta que él venga:
“Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan”. (Mateo 24:44).
Significado de “estar preparados” para la venida de Cristo.
La pregunta que nos interesa responder, es, ¿qué significa estar preparados?
Si hiciéramos una encuesta hoy entre los que se consideran a sí mismos cristianos, y les preguntamos “¿qué significa estar preparado para la venida del Señor?”, seguramente tendríamos una gran variedad de respuestas, desde las más sencillas hasta las más complejas, y no todos estarían de acuerdo con las respuestas.
Pero de lo que sí estamos seguros, es que la mayoría de los creyentes que afirman haber “nacido de nuevo”, dirían que:
“Estar preparados, significa creer en Jesús”, es decir tener fe en Él.
¿Todos los que creen en Jesús, están preparados?
Ahora bien, siguiendo la lógica del sentido común, y a fin de no caer en la falacia de la afirmación del consecuente, si bien es cierto que todos los que están preparados para la venida de Jesucristo, creen en él, no todos los que creen en él, están preparados para la venida de Jesucristo.
La diferencia entre la fe de unos y de otros, se nota en las obras que produce su fe, es decir, por los frutos.
Jesús dijo: “Por los frutos, los van a conocer” (Mateo 7:20).
La fe verdadera produce obras o frutos agradables a Dios y a los hombres.
Esto es algo que la Biblia enseña recurrentemente, de tapa a tapa, en las Escrituras.
La Palabra de Dios dice que hemos sido creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
La diferencia entre la fe de unos y de otros, se nota en las obras que produce su fe, es decir, por los frutos.
¿Conocés personas que creen en Jesús, pero que no obedecen su palabra?
¿Conocés creyentes en Cristo que aún siguen siendo esclavos de algún pecado?
Bueno, sus frutos indican que no están preparados para la venida del Señor.
Y aunque aún están a tiempo de obedecer al Señor y ser llenos del Espíritu Santo, si no producen frutos de arrepentimiento, no estarán preparados para recibir al Señor.
Desde el punto de vista de las Escrituras, la fe viene por oír la palabra de Dios (Romanos 10:17); y si esa palabra de Dios que fue oída, es sembrada en el corazón, y cae en buena tierra, produce fruto (Mateo 13:23).
Jesús dijo:
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Toda rama que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto”. (Juan 15:1-2).
La urgencia de dar buenos frutos, es una sana doctrina que en la iglesia moderna ha sido olvidada y en algunos casos reemplazada por una teología engañosa que enseña la “fe solamente”, logrando así desviar de la verdad a millares de creyentes fieles.
Pero sin embargo, la enseñanza de producir buenos frutos y obras agradables a Dios, como evidencia visible de la fe del creyente, está fundamentada en el Antiguo y Nuevo Testamento, y necesita toda nuestra atención, si en verdad queremos escapar del juicio de Dios que viene a este mundo, y estar en pie para la venida inminente de nuestro Señor Jesucristo.
Es decir, si la fe de un creyente, no produce obras que evidencian su nuevo nacimiento en Cristo, la fe que dice profesar, está muerta; y por consecuencia, está caído, y no está preparado para la venida del Señor, tal como Jesús exhortó a sus discípulos, diciendo:
“Estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan” (Mateo 24:44).
El fundamento de la fe, que produce obras.
A continuación, veremos dos ejemplos sobre la urgencia que tiene el creyente de producir buenas obras o frutos que demuestren su fe en el Señor, uno en el Antiguo y otro en el Nuevo Testamento:
En el Antiguo Testamento:
Veamos primero el Antiguo Testamento. En Israel había una “teología” que no estaba respaldada por ninguna ley, en la cual el pueblo creía, erróneamente, que si alguien entraba al templo, en la presencia del Señor, y decía “¡Este es el Templo del Señor!” tres veces, Dios lo salvaría de cualquier pecado o transgresión que hubiera hecho (o que continuará haciendo después de invocar “el Templo del Señor”).
Creían en una “teología” de salvación errónea, que no podía librarlos de la culpa por el pecado, ni de las consecuencias del juicio de Dios por sus transgresiones.
Ellos tenían fe en Dios, pero sus obras no eran de acuerdo a su fe.
La exhortación de Dios en Jeremías 7.
Esto está en el libro del profeta Jeremías, capítulo siete, que dice así:
Palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR, diciendo: Párate a la puerta de la casa del SEÑOR y proclama allí esta palabra, y di: “Oigan la palabra del SEÑOR, todos los de Judá, los que entran por estas puertas para adorar al SEÑOR”.
Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: Corrijan sus caminos y sus obras, y los haré morar en este lugar.
No confíen en palabras engañosas (teologías inventadas), diciendo: “Este es el templo del SEÑOR, el templo del SEÑOR, el templo del SEÑOR”.
Porque si en verdad corrigen sus caminos y sus obras, si en verdad hacen justicia entre el hombre y su prójimo, y no oprimen al extranjero, al huérfano y a la viuda,
ni derraman sangre inocente en este lugar, ni andan en pos de otros dioses para su propia ruina, entonces los haré morar en este lugar, en la tierra que di a sus padres para siempre.
He aquí, ustedes confían en palabras engañosas (teologías inventadas) que no aprovechan, para robar, matar, cometer adulterio, jurar falsamente, ofrecer sacrificios a Baal y andar en pos de otros dioses que no habían conocido.
¿Vendrán luego y se pondrán delante de mí en esta casa, que es llamada por mi nombre, diciendo: “Ya estamos salvos”; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones?
¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por mi nombre, en cueva de ladrones delante de sus ojos? He aquí, yo mismo lo he visto –declara el SEÑOR. (Jeremías 7:1-11).
Seguramente, Jesús recordó este pasaje de las Escrituras, y la profecía de Isaías 56:7, cuando echó fuera a todos los estafadores que vendían y compraban en el templo, diciéndoles:
“Escrito está, mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones” (Mateo 21:13).
Estos mercaderes se sentían con la libertad de obrar deshonestamente, porque pensaban dentro de sí, que por el hecho de estar comerciando en el templo, estaban a salvo de cualquier condenación o culpa por el pecado.
Es decir, tenían una fe, que no se correspondía a sus obras, y practicaban una teología engañosa, inventada por ellos mismos, en la que creían erróneamente que la “fe en el Templo solamente”, podía salvarlos, aunque continuaran pecando.
(Nota que aquí estamos hablando de las obras que produce la fe en Cristo, no de las obras de la ley, que consiste en rituales externos).
Estudio de caso: Joab.
Tal vez el mejor ejemplo en el Antiguo Testamento que ilustra la creencia en esta teología engañosa, es el caso de Joab, en 1 Reyes 2.
Cuando David, ya anciano, estaba por morir, le dio instrucciones a Salomón, su hijo, respecto a Joab, capitán de su ejército.
Joab, había asesinado a sangre fría a Abner y a Amasa, en tiempos donde había paz entre la casa de David y la casa de Saúl, y Salomón tenía la orden real de que Joab debía ser ejecutado por su pecado.
Cuando Joab se enteró de su situación, se refugió en la Tienda del Tabernáculo del Señor, y se asió de los cuernos del altar de sacrificio, pensando que así estaría a salvo y sería librado de ser ejecutado por el rey, a causa de su traición.
Cuando Salomón fue informado de la situación, mandó a Benaía a arremeter contra él y lo ejecutó allí mismo, frente al Altar de Dios.
Joab creyó en una teología engañosa, que no pudo salvarlo de su pecado.
Cuando entendemos esto, cobra mayor sentido lo que Pablo le dijo a Timoteo:
“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina que enseñas, porque al hacer esto, aseguras tu propia salvación, y de los que te escuchan”. (1 Timoteo 4:16).
Esto nos pone en un estado de alerta, porque el apóstol pone de manifiesto que una teología engañosa, pone en peligro la propia salvación y la de quienes la practican.
En el Nuevo Testamento:
En el Nuevo Testamento, Jesús, también tuvo que lidiar permanentemente, durante todo su ministerio, con “falsas doctrinas y teologías engañosas” inventadas por los fariseos, los saduceos y los doctores de la ley, doctrinas en las que ni aún entre ellos estaban de acuerdo.
Por ejemplo, a diferencia de los saduceos, los fariseos, creían en todo lo que estaba escrito en la palabra de Dios, creían en los ángeles, en la resurrección de los muertos, en la inmortalidad del alma, en el infierno, en las recompensas del justo, etc., pero su fe no era acorde a sus obras.
Tomemos un caso en particular, a modo de ilustración:
Jesús y las obras de la fe.
En Juan 8:31 en adelante, encontramos a Jesús enseñando a los judíos que, si ellos permanecían en su palabra, verdaderamente serían sus discípulos; y así conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
Ellos le respondieron: “Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seremos libres?”.
¡Estos judíos ni siquiera recordaban que habían sido esclavos en Egipto por 400 años! El Señor podría haberles mencionado eso, pero en cambio caló mucho más profundo.
Jesús les respondió: “En verdad, en verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, serán realmente libres”.
Los judíos argumentaron, diciendo: “¡Nosotros somos hijos de Abraham!”
¡Y realmente lo eran! Descendían de Abraham, que fue el padre de la fe, muchos siglos antes que existiese la ley de Moisés!
Estos fariseos en particular, creían que eran salvos por “la fe de Abraham solamente”, pero su fe, estaba basada en una “teología engañosa”, inventada por ellos mismos, que separaba la fe de sus obras.
Y como Jesús sabía esto, les respondió, diciendo:
“Si son hijos de Abraham, entonces hagan las obras de Abraham. Ustedes quieren matarme, eso jamás haría Abraham”.
Y seguidamente, Jesús concluyó diciendo: “Ustedes son hijos de su padre el diablo, y quieren hacer las obras de su padre, porque él fue un asesino desde el principio”.
Aquí Jesús está enseñando claramente, que la fe se demuestra por las obras, y las obras determinan si alguien es hijo o hija de Dios o de Satanás. Es decir, para el Señor, nuestras obras dan testimonio de la fe que profesamos y a quién pertenecemos.
Desde el punto de vista de las Escrituras, la fe y las obras, son las dos caras de una misma moneda, a la que llamamos salvación.
La iglesia primitiva.
En la iglesia primitiva, también existía esta “teología engañosa”, de separar la fe de las obras, y los apóstoles debían lidiar con esto permanentemente, para que el pueblo de Dios no se desvíe de su salvación.
Por ejemplo, tomemos la carta de Santiago, el hermano del Señor.
En su epístola, Santiago exhorta a la iglesia del Señor, diciendo:
“Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene las obras? ¿Por ventura esta tal fe le podrá salvar?” (Santiago 2:14).
“Así también la fe, si no tuviere las obras, es muerta en sí misma”. (Santiago 2:17).
“Mas alguno dirá: Tú tienes la fe, y yo tengo las obras; muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. (Santiago 2:18).
“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. (Santiago 2:19).
“¿Mas oh hombre vano, quieres saber que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:20).
¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue completa por las obras? (Santiago 2:21-22).
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (Santiago 2:26).
“Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe” (Santiago 2:24).
Esta exhortación de Santiago, la podemos encontrar replicada en muchos otros libros del Nuevo Testamento, porque es una exhortación inspirada por el Espíritu Santo, dirigida a todos los creyentes fieles del cuerpo de Cristo que quieran oír la palabra de Dios, y estar debidamente preparados para su venida.
Es preocupante que hoy, en algunos círculos cristianos de la iglesia moderna, se enseña al pueblo de Dios una “teología engañosa”, diciendo que la salvación es “por fe solamente”, independientemente de cómo obre la persona después.
Las Escrituras dicen que somos salvos por la ”fe”, pero no dice por la “fe solamente”.
No existe en la Biblia la frase: “fe solamente”, y es muy revelador que el libro de Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, dice justamente todo lo contrario “que el hombre es JUSTIFICADO POR LAS OBRAS, y NO SOLAMENTE por la fe” (Santiago 2:24).
En otras palabras, la salvación comienza por la fe, pero no termina en la “fe solamente”, porque la fe marca el inicio del camino, no el final. Si la fe del creyente no produce obras de justicia, agradables a Dios, es una fe muerta, sin fruto, y por lo tanto, como dice Santiago, “esa tal fe no le podrá salvar”. (Santiago 2:14).
De ahí, que el hermano del Señor utiliza un argumento que incomoda a los creyentes, advirtiéndoles que los demonios también creen en el único Dios, pero tiemblan cada vez que recuerdan el juicio que caerá sobre ellos cuando llegue el momento.
Ahora bien, si inmediatamente después de creer en Jesús, te quitan la vida, como el caso del ladrón en la cruz, tus pecados son perdonados y el Señor te salva por su infinita gracia y misericordia, por medio de la fe en Él.
Este es el caso, por ejemplo, de millares que mueren diariamente en los hospitales, y que gracias a una enfermera o enfermero cristiano, reciben al Señor antes de dar su último suspiro.
Ciertamente, fueron salvos por la fe, en obediencia a la palabra de Dios.
¿Pero qué si alguien, después de creer en el Señor, sigue siendo desobediente a la palabra de Dios, viviendo como esclavo del pecado, atraído por la seducción de este mundo y haciendo las obras de Satanás?
¿Podríamos decir que esta persona, sin importar lo que haga, está preparada para la venida de Cristo por la “fe solamente”?
Que nadie te engañe, según las Escrituras, las obras certifican delante de Dios y de los hombres, que tu fe es verdadera, porque reflejan tu obediencia a la palabra de Dios.
El Nuevo Testamento, contiene muchas referencias de creyentes que fueron disciplinados o juzgados antes de tiempo por el Señor, por creer que la “fe solamente”, sin el respaldo de las obras, era suficiente para ser un discípulo de Jesucristo.
Tal es el caso, por ejemplo, de Judas Iscariote, de Ananías y Safira, de Simón el Mago, o de los cristianos que enfermaron y murieron por participar indignamente de la Cena del Señor, tal como Pablo advierte a los corintios, en su primera epístola (1 Corintios 11: 27-32).
El caso de Ananías y Safira.
Tal vez el caso más alarmante para toda la iglesia primitiva, fue el de Ananías y Safira, según nos relata el libro de Hechos de los Apóstoles.
Ananías y Safira, habían vendido una propiedad que ellos tenían, y decidieron donar parte del dinero que recibieron a los apóstoles; pero antes de hacerlo, se pusieron de acuerdo en decir que el dinero que donaban, era el total obtenido por la venta.
Ellos en realidad podían hacer lo que quisieran con su dinero, porque les pertenecía en buena ley, pero decidieron seguir adelante con su engaño.
Pedro, por revelación del Espíritu, percibió la maniobra de este matrimonio; y luego de confrontarlos públicamente, cayeron muertos ante la mirada atónita de la iglesia, la cual se llenó del temor de Dios, ante un juicio tan inesperado.
¿Ananías y Safira tenían fe en el Señor? Sí, ellos tenían fe en el Señor.
¿Sus obras fueron agradables a Dios? No, y por eso perdieron su vida antes de tiempo.
En este caso puntual, la obra de fe que Dios esperaba de Ananías y Safira, consistía en decir la verdad, no en regalar dinero.
¿No crees que el Espíritu Santo está intentando decirnos algo de manera urgente sobre la importancia de la fe y las obras?
Ahora bien, supongamos que en ese momento, se cumplía el tiempo, y venía el Señor, ¿podríamos decir que Ananías y Safira estaban preparados para la venida del Señor por la fe solamente?
Teología engañosa.
Esta teología engañosa de creer que “uno puede ser salvo por la fe solamente'', está enraizada profundamente en nosotros, y hace que muchos crean erróneamente que están preparados para la venida del Señor “por la fe solamente”, mientras viven con un pie en el mundo.
En la iglesia moderna pensamos que con solo creer en Jesús, estamos "libres" de tener que hacer cualquier obra, pero esa es una teología engañosa, y quien viva de esa manera, está muy lejos de “estar preparado” para la venida del Señor.
Esta es la razón por la cual muchos cristianos nominales viven su vida sin preocuparse en dar frutos, lo que indefectiblemente da como resultado una iglesia carnal y dividida.
La palabra de Dios enseña claramente, que quien no da frutos, será cortado y echado fuera por el Padre, tal como Jesús advierte explícitamente en la parábola de la Vid Verdadera, en Juan 15:1-2.
La influencia de esta doctrina nefasta sobre la “fe solamente”, se remonta desde los inicios de la humanidad, cuando Adán y Eva creyeron que podían obrar mal delante del Señor, y al mismo tiempo conservar intacta su comunión con Él.
Pero para no irnos tan atrás, los mismos reformadores de la iglesia católica, tampoco entendieron completamente la relación de la fe y las obras, como las dos caras de una misma moneda.
Lutero, por ejemplo, entendió la gracia de la salvación por la fe, pero no pudo discernir que las obras son el sello de garantía celestial que certifica que dicha fe es verdadera.
De hecho, cuando Lutero leyó la epístola de Santiago, dijo que ese libro es “una epístola de paja, y que un día la utilizaría para encender su estufa”.
Esto es realmente muy grave desde el punto de vista de las Escrituras y de la obra que actualmente está realizando la persona del Espíritu Santo de Dios, el cual fue enviado específicamente por el Padre, para preparar a la Iglesia para la venida de Cristo.
Esta obra de preparación que quiere hacer el Espíritu Santo, la vemos reflejada en un pasaje bíblico clave que se encuentra en 1 Tesalonicenses 5:22-24, escrito por el apóstol Pablo, que resume todo lo que Dios requiere de nosotros para estar preparados para la venida del Señor.
Este pasaje bíblico, dice así:
“Absténganse de toda forma de mal. Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquél que los llama, el cual también lo hará”.
Habla de abstenerse de todo mal, de ser santificados por completo, y de preservar el espíritu, el alma y el cuerpo sin falta alguna, para la venida del Señor.
El Espíritu Santo requiere que nuestra fe, vaya acompañada por obras que demuestran que estamos debidamente preparados para su venida, y es interesante que al final dice: “Fiel es Aquél que los llama, el cual también lo hará”.
Eso significa que Él es quien hará esta obra de preparación en nosotros, si es que somos obedientes a su palabra y queremos “ser tenidos por dignos de escapar de todas las cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”.
Más adelante, hablaremos sobre este pasaje de las Escrituras en mayor profundidad, y pronto descubrirás que 1 Tesalonicenses 5:22-24 es el texto de cabecera inspirado por el Espíritu Santo, que guía al cuerpo de Cristo en el estudio y la comprensión de todos los libros del Nuevo Testamento, respecto a la venida del Señor.
Tomemos como ejemplo, el libro de Apocalipsis.
La exhortación final de Jesucristo, antes de su venida.
El libro de Apocalipsis, es el único libro de la Biblia, que fue dictado por Jesucristo en persona a Juan, en la isla de Patmos por medio de una visión, y revela todos los eventos relacionados a su venida, con poder y gloria.
Por la voluntad de Dios, algunas partes de este libro están selladas, para que nadie las sepa hasta que llegue el tiempo, pero otras están explícitamente reveladas para cualquiera que las lea, en especial en todo lo concerniente a estar preparados para recibirle.
Jesús comienza y termina el libro de Apocalipsis exhortando a la iglesia a demostrar su fe, por medio de obras agradables a Dios. Es decir, obras que sean consistentes con la fe que recibieron por la gracia de Dios, al oír el Evangelio de Jesucristo.
El Apocalipsis y la venida del Señor.
Por ejemplo, al inicio del libro, en Apocalipsis 3:1-6, Jesucristo dice:
Y escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice esto: "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.
"Sé vigilante y confirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.
"Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velares, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
"Pero tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos.
"Así el vencedor será vestido de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
"El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias".
Nota que el texto termina diciendo que este es un mensaje del Espíritu Santo a las iglesias, es decir a todas, no solo a la de Sardis.
La exhortación de Jesús está dirigida a un grupo de la iglesia que tiene fe, pero sus obras no son agradables delante de Dios. Por esta razón sus vestiduras están manchadas y necesitan arreglar su situación inmediatamente, antes de su venida.
Jesús les dice que ellos están muertos por causa de sus malas obras, y los exhorta a arrepentirse, a obedecer la palabra que recibieron y a velar, para que su venida no los tome de sorpresa, como si fuera un ladrón.
¿Podríamos decir que este grupo de creyentes tenían fe en el Señor? Sí, por supuesto.
¿Podríamos decir que sus obras eran agradables a Dios? No, claro que no.
¿Podríamos decir que este grupo de creyentes está preparado para la venida del Señor, por la fe solamente?
También es muy revelador cuando Jesús dice que los vencedores, es decir, los que permanecen fieles hasta el fin, serán vestidos con vestiduras blancas y sus nombres no serán borrados del libro de la vida, lo cual suena aterrador para quienes enseñan o practican la teología engañosa de “salvo, siempre salvo”.
Esta doctrina perversa, que es activamente enseñada hoy en día por los falsos maestros que se infiltraron en la iglesia del Señor, establece que una vez que fuiste “elegido” para ser salvo, siempre serás salvo, "independientemente de tus obras”.
Esto simplemente no es cierto, porque en este pasaje de las Escrituras Jesús está diciendo explícitamente que para que seas vestido con vestiduras blancas y que tu nombre no sea borrado del libro de la vida, tienes que ser un vencedor, es decir, alguien que permanece fiel, perfeccionando sus obras de fe delante de Dios, hasta el fin.
¿A quién le creerás, a los falsos maestros o a lo que el Señor te está diciendo?
El tiempo de la venida de Cristo está cerca.
Por otra parte, al finalizar el libro en Apocalipsis 22:10-12, Jesús en persona le dice a Juan algo sorprendente respecto a su venida:
“No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
"Que el injusto siga haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga practicando la justicia, y que el que es santo siga guardándose santo.
"He aquí, yo vengo pronto, y mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra".
Y más adelante, en Apocalipsis 22:14-16, Jesús envía una exhortación a todos, diciendo:
"Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad.
"Afuera están los perros, los hechiceros, los inmorales, los asesinos, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira (como en el caso de Ananías y Safira).
"Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de darles testimonio de estas cosas para las iglesias".
Fíjate que aquí el Señor concluye su mensaje del libro de Apocalipsis, repitiendo lo mismo que dijo al principio: que su exhortación es para testimonio a todas las iglesias.
Nos dice que el tiempo de su venida está cerca, que cada uno es responsable por las obras que hace, sean justas o injustas, que el Señor va a recompensar a cada uno según sea su obra, y que solo aquellos que laven sus vestidos, tendrán derecho a entrar a la ciudad santa y acceder al árbol de la vida.
Luego dice que afuera estarán todos los que obran mal, los inmorales, los asesinos y los que aman y practican la mentira, incluyendo los falsos maestros de todas las épocas, comenzando por los nicolaítas, de quienes el Señor mismo dijo en Apocalipsis 2:6,15 que aborrece sus malas obras y sus falsas doctrinas.
Un argumento sobre la fe y las obras, basado en Efesios.
Para los creyentes que tenemos intacto el sentido común, y aplicamos el discernimiento espiritual a estos pasajes bíblicos que hemos leído, no necesitamos ninguna otra explicación adicional, porque el texto en sí mismo es más que claro.
Las Escrituras enseñan que la fe verdadera produce buenas obras, agradables a Dios, y son el requisito mínimo que Dios nos pide, para estar preparados para su venida.
Sin embargo, hay otros que desafortunadamente tienen su entendimiento entenebrecido por causa de las “teologías engañosas”, y son incapaces de ver la verdad, aunque les hagas un dibujo.
Su lealtad no está con la palabra de Dios, sino con la posición teológica que mantiene una cierta denominación en particular, en la cual creen ciegamente.
Muchos cristianos, asumen como propia la interpretación personal de ciertos “Doctores en Teología”, sin jamás haberse cuestionado si lo que predican es verdad, o al menos tomarse el tiempo de leer cuidadosamente en su totalidad el Nuevo Testamento por sí mismos, y dejar que el Espíritu Santo sea su verdadero maestro, como la misma Biblia enseña.
Por ejemplo, Juan, apóstol de Jesucristo dijo:
“Les he escrito estas cosas respecto a los que están tratando de engañarlos. En cuanto a ustedes, la unción que recibieron de Él permanece en ustedes, y no tienen necesidad de que nadie les enseñe. Pero así como Su unción les enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como les ha enseñado, permanezcan en Él”. (1 Juan 2:26-27).
Los cristianos que cayeron en el engaño de la teología de la “salvación por la fe solamente”, se pueden reconocer muy fácilmente, porque todos ellos repiten el mismo argumento sacado del contexto, diciendo que Pablo enseña en su carta a los efesios “Que somos salvos por fe, solamente”.
Y es cierto, somos salvos por fe, pero Pablo no dice “fe solamente”, como los falsos ministros nos quieren hacer creer, por algún motivo oculto que solo ellos saben.
La palabra “solamente” fue agregada deliberadamente por algunos falsos maestros, con el afán de darle mayor validez a su interpretación personal de las Escrituras, y es increíble que nunca llegan a enseñar la conclusión final que el mismo Pablo hace de su propia declaración sobre la fe.
Si leemos el texto completo, veremos que Pablo se mantiene en perfecta armonía con lo que Santiago dice en su epístola.
¡La palabra de Dios jamás se contradice a sí misma!
Efesios 2:8-10 dice así:
“Porque por gracia han sido salvados, por medio de la fe, y esto no es de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”.
Aquí dice que somos salvos por la gracia de Dios, por medio de la fe en Él, y que esta fe que tenemos, no viene de nosotros, ni por las obras que hayamos hecho.
La fe es un regalo de Dios, eso está clarísimo.
Pero el texto no termina “solamente” ahí, sino que continúa diciendo:
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas”.
Las buenas obras no son opcionales, porque dice que debemos hacerlas; ni tampoco son una sugerencia, porque fueron preparadas para que anduviéramos en ellas.
Los que están firmes en la fe, naturalmente obran el bien.
En otras palabras, Pablo enseña que “las buenas obras” son parte fundamental de una persona que fue creada en Cristo Jesús, algo así como el espíritu del cuerpo.
De ahí que Santiago dice:
“Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (Santiago 2:26).
Fijate que en la Biblia, la doctrina de tener fe sin hacer buenas obras, no existe, como tampoco existe la doctrina de hacer buenas obras, sin fe.
De hecho, cuando Pablo enseña a su discípulo Tito respecto a la fe y las obras, lo hace con la misma consistencia doctrinal que leímos en el libro de Efesios.
En Tito 2:1,11-15, el apóstol dice:
"Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina:
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente,
"aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús.
"Él se dio por nosotros, para REDIMIRNOS DE TODA INIQUIDAD y PURIFICAR PARA SÍ UN PUEBLO PARA POSESION SUYA, celoso de buenas obras.
"Esto habla, exhorta y reprende con toda autoridad, que nadie te menosprecie".
Aquí Pablo, le dice a Tito que enseñe la sana doctrina, que renuncie a la impiedad y a los deseos mundanos, que permanezca velando en santidad, aguardando la venida del Señor, porque Él nos salvó y nos purificó para que seamos un pueblo celoso de hacer buenas obras.
Fíjate que dice que el Señor se dio por nosotros, para redimirnos de toda maldad y purificar para sí, un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras.
Y más adelante, en Tito 3:3-8, el apóstol concluye diciendo:
"Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros.
"Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo,
"que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.
"Palabra fiel es ésta; y en cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres".
Aquí Pablo le dice a Tito, que antes de conocer al Señor eran, entre otras cosas, necios, desobedientes y esclavos de placeres diversos.
Pero cuando recibieron la salvación por la gracia de Dios, se volvieron herederos de la vida eterna, y por lo tanto, le pide que enseñe con firmeza a la iglesia, que todos los que han creído, deben ocuparse en hacer buenas obras.
Esto mismo lo vuelve a repetir al final de la carta, diciendo:
“Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto” (Tito 3:14).
Nota que estas palabras las dijo en contexto con Tito 2:12-13, que como ya vimos, exhorta a la iglesia a vivir sobria, justa y piadosamente, “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”.
Por este motivo, decir que Pablo enseña que somos salvos por “la fe solamente” sin necesidad de ocuparnos en buenas obras, es torcer deliberadamente las Escrituras, para nuestra propia perdición.
Mira lo que dice Santiago, refiriéndose a Abraham, nuestro padre de la fe:
¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue completa por las obras?
Ustedes ven que el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe” (Santiago 2:21-22, 24).
Esto significa que así como Abraham, somos justificados delante de Dios por la fe y por las obras que produce la obediencia a la fe, y no se pueden separar una de la otra, porque son dos caras de una misma moneda.
Tanto Pablo, como Santiago, enseñan que las obras –que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas–, son parte inseparable en la vida de aquellos que por la fe, han sido creados en Cristo Jesús.
Desde el punto de vista de las Escrituras, todos los que nacieron de nuevo por la fe, inevitablemente obran el bien y producen buenos frutos.
De eso se trata la salvación de la que habla la Biblia.
El árbol bueno, produce frutos buenos.
Ahora bien, en este contexto, es mucho más fácil entender lo que el Señor Jesús enseñó en Mateo 7:18-23, cuando dijo:
“Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.
Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego.
Así que, por sus frutos los conocerán.
No todo el que me dice: “Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”
Y entonces les declararé: “Jamás los conocí; APÁRTENSE DE MÍ, LOS QUE OBRAN MALDAD”.
Fíjate que estos creyentes tienen fe en el Señor, pero sus obras son malas, y sufren las mismas consecuencias que Ananías y Safira: son apartados de la presencia del Señor.
En este pasaje del libro de Mateo, Jesús está exhortándonos a evitar caer en la trampa de ejercer una fe divorciada de las buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.
Para el Señor, tus buenas obras son el sello que garantiza que tu fe en Cristo es legítima y aceptable en la presencia de Dios.
En otras palabras, si tu fe está puesta en el Señor y tus obras son consistentes con tu fe, entonces puedes tener la absoluta certeza de que “estás preparado” para la venida del Señor, aún si viniera en este mismo momento.
Si no es así, aprovecha que todavía hay tiempo, a ponerte a cuentas con el Señor, y de ahora en adelante, velar y orar para que tus obras sean consistentes con tu fe.
Tenemos que tener en claro, que la venida del Señor será en un “abrir y cerrar de ojos”, y cuando suceda, no habrá tiempo para el arrepentimiento, por eso Jesús exhorta a todos sus discípulos, diciendo:
“Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan.
“Por eso, velen en todo tiempo, orando que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
“Para que cuando venga de repente, no los halle durmiendo. Y lo que les digo a ustedes, se los digo a todos: ¡Velen!”.